LA VERDAD DESNUDA
No ha sido el desnudo una presencia muy frecuente en la historia de nuestra pintura, ni siquiera con la excusa de la representación mitológica o de la alegoría. Por eso, Ángel Cantero abre esta exposición con una obra homenaje a una gran rareza, como es “La Venus del espejo”. Y a partir de ella, este profesor de dibujo desarrolla su denso saber respaldado en un dominio del dibujo, un certero sentido de la composición y una innegable sensibilidad hacia el color.
Aunque quizá él mismo no sea consciente de ello, dedicar una exposición al cuerpo desnudo se convierte hoy en una declaración de intenciones, no contra nada, sino de amor hacia la pintura misma. Junto a obras de lenguaje más expresionistas, que corresponden a las primeras realizadas, admiramos sus trabajos más recientes, de los que sería más preciso decir que entre el mero realismo fotográfico y la verdad se ha decantado por esta última. La verdad de un cuerpo desnudo, que no es cosa, sino arquitectura humana cargada de misterio.
Cantero se ha planteado cada cuadro como un ejercicio de composición y de atmósfera, donde la posición de un brazo puede ser la columna maestra sobre la que se ordena el todo, donde los pliegues de una sábana se convierten en la arena de un desierto o en el oleaje de un mar de hierba. Este pintor nos da lo mejor de sí mismo gracias a unos conocimientos sólidamente forjados en una formación sin fisuras, que le permite acometer el reto de la exposición y salir victorioso de las dificultades.
No estamos ante una indagación sobre lo erótico, mucho menos sobre la belleza corporal, en “Nudato Corpore” el espectador contemplará el silencio habitado, ese momento en el que nada hay que decir porque todo puede ser expresado sin palabras: un cuerpo sobre una sábana, una pareja de amantes. Seres humanos expresados en toda su dignidad y fragilidad. En definitiva, la verdad desnuda.